A pesar de todos los males y miserias actuales, los rusos, y en general la gran mayoría de los ciudadanos de los países de la ex órbita soviética, prefieren vivir en una sociedad libre y democrática, como la que hoy disfrutan, a la situación que vivían bajo el comunismo. Ese es el marco en el que puedo encuadrar mi responsabilidad en mi etapa como exmandatario de la Unión Soviética…
Moscú, Rusia- El último presidente de la ahora desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, (URSS), y artífice de la ‘perestroika’, Mijaíl Gorbachov, murió en Moscú, “Mijaíl Sergeevich Gorbachev murió esta noche después de una enfermedad grave y prolongada”, dijo un portavoz del Hospital Clínico Central. Tenía 91 años.
Será enterrado en el cementerio Novodevichy de Moscú, junto a su esposa Raisa fallecida en 1999.
Mijaíl Gorbachov quería ser recordado como un ‘reformista profundo’, a sus 14 años vivió una de las épocas más conflictivas: la Segunda Guerra Mundial.
Mijaíl Serguéyevich Gorbachov fue abogado y político, se desempeñó como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1985 hasta 1991 y jefe de Estado de la Unión Soviética de 1988 a 1991.
Se ganó la aclamación de la comunidad internacional y recibió el Premio Nobel de la Paz en octubre de 1990 por su papel en la finalización de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania, pero, considerado en Rusia, como el culpable de la caída de la Unión Soviética.
Su vida
Mijail Sergueievich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en Privólnoye, en la región de Stávropol, en el suroeste de Rusia.
Procedente de una familia campesina rusa de la región del norte del Cáucaso, estudió derecho en la Universidad de Moscú (1950-55). Allí se casó con Raisha Maximovna Titorenko y se afilió al Partido Comunista. De regreso a su región de origen, realizó una rápida carrera política, ascendiendo a cargos de responsabilidad regional en las juventudes comunistas y en el partido.
Completó su formación con estudios de agronomía en los años sesenta, lo cual le permitió obtener su primer gran éxito político al afrontar la catastrófica sequía de 1968. Fue entonces cuando saltó a la política nacional, resultando elegido miembro del Sóviet Supremo (1970), del Comité Central del Partido (1971; secretario de Agricultura en 1978) y del Politburó (1980).
Esta rápida ascensión culminó con su elección como secretario general del Partido Comunista de la URSS tras la muerte de Konstantin Chernenko (1985) por un estrecho margen de votos; obtenía así el máximo poder de la declinante potencia soviética, que se completaría con su nombramiento como presidente del Sóviet Supremo y jefe del Estado (1988).
La llegada de Gorbachov al poder suponía no solo una renovación generacional, sino también una esperanza de renovación política.
Gorbachov encarnaba la corriente reformista que proponía una apertura liberalizadora para sacar a la URSS del estancamiento económico, político y cultural en el que había quedado sumida desde la época de Brezhnev.
No defraudó esas expectativas, pues desde 1990 puso en marcha un programa político extremadamente audaz que no solo acabaría con la dictadura comunista en la URSS, sino con la propia existencia de aquel Estado, transformando así profundamente el escenario internacional.
Dicho programa, sin embargo, era obra de un comunista convencido, deseoso de reforzar y perfeccionar el régimen socialista mediante la trasparencia (glasnost) y la reestructuración (perestroika). La glasnost se produjo primero y con más facilidad.
Gorbachov implantó una mayor trasparencia informativa, acabó con la represión hacia los disidentes, desmontó el Estado policial y la censura de prensa, restauró cierta libertad de expresión y reconoció públicamente los crímenes y los errores cometidos en el pasado por el partido y por el Estado soviético. Con todo ello se ganó el apoyo de los gobiernos y de la opinión pública occidental.
Esta acogida no es de extrañar, dado que Gorbachov practicó una política exterior pacifista, llevando de hecho a la URSS a renunciar a su papel de gran potencia mundial, con tal de reducir así los pesados gastos militares que apenas podía soportar la debilitada economía del país (tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Ronald Reagan en 1987, y retirada de Afganistán en 1989). La retirada del ejército soviético condujo a procesos más o menos revolucionarios que acabaron con los regímenes comunistas en Europa central y oriental, abriendo el camino para la reunificación de Alemania (1990).
La reconstrucción económica, sin embargo, sería uno de los principales fracasos de Gorbachov: la perestroika suponía sacar a la economía soviética del caos y el anquilosamiento en el que estaba sumida, introduciendo mayor libertad de empresa y dejando actuar al mercado para corregir los defectos de la planificación. Sin embargo, estas reformas no tuvieron resultados positivos inmediatos, pues desorganizaron aún más el sistema productivo existente y ahondaron el empobrecimiento de la mayor parte de la población. Todo ello creó tensiones sociales, agravadas por los intereses político-económicos que se veían afectados.
En el aspecto político, se inició una apertura que debía conducir gradualmente a una democracia pluripartidista; pero los avances en ese camino, considerados excesivos por la «vieja guardia» comunista, fueron considerados demasiado lentos por la creciente oposición ajena al partido: Gorbachov y su equipo avanzaban despacio por las resistencias existentes dentro del régimen y por el temor a perder el control del proceso. El efecto principal de la apertura fue la eclosión de los sentimientos nacionalistas, que cuajaron en movimientos independentistas en las diversas repúblicas que formaban la URSS.
En 1991 se produjo un intento de golpe de Estado militar de tendencia involucionista, que fue detenido por la fuerza del movimiento democrático radical, encabezado por Boris Yeltsin quien se hizo dueño del poder en Rusia, apartando a Gorbachov y pactando con los dirigentes de las otras repúblicas el desmantelamiento de la URSS.
Gorbachov se retiró de la política en aquel mismo año, aunque se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia en 1996, obtuvo un resultado pésimo, reflejo de la impopularidad que se ganó en su propio país.