México- El máximo recinto cultural de México, el Palacio de Bellas Artes, sirvió de marco para despedir al compositor mexicano Mario Lavista, fallecido este jueves a los 78 años.
En reconocimiento a su trascendental labor como maestro y compositor, el Gobierno de México, a través de la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), rindió un homenaje a Mario Lavista Camacho, maestro de varias generaciones de profesionales de la música y la composición, que impartió durante 45 años las cátedras de Composición, Análisis y Lenguaje Musical del siglo XX en el Conservatorio Nacional de Música (CNM) del INBAL.
Mario Lavista se especializó en música de concierto y fue miembro del Colegio Nacional, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes y la Medalla Mozart en 1991.
Fue el fundador del grupo de improvisación QUanta, que exploró la creación e interpretación simultánea y la simbiosis que surge entre los acordes de la música en vivo y la electroacústica, producto de un intenso estudio de la mano de compositores como Carlos Chávez, Héctor Quintanar o Rodolfo Halffter.
Trabajó con el pintor Arnaldo Coen, ideando piezas gráfico-musicales, y compuso la banda sonora de películas como Judea, Sor Juana Inés de la Cruz o la cinta de Nicolás Echevarría Cabeza de Vaca.
Impartió las cátedras de composición y análisis del lenguaje musical del siglo XX, en el Conservatorio Nacional de Música. Además, fue director de la revista Pauta, cuadernos de teoría y crítica musical.
La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, recordó a Mario Lavista como “uno de los más grandes compositores mexicanos y maestro de generaciones, a quien, en nombre de México y su Gobierno, lo despedimos.
“No puede pensarse la música mexicana contemporánea sin la presencia de Mario Lavista. La música nacional de las últimas décadas del siglo XX estuvo impulsada por su trabajo, y no solo me refiero a sus creaciones, sino también a su extensa labor editorial y pedagógica. Muchos son los que caminaron de su mano, los que alentó con sus historias, los que abrevaron de su ejemplo siempre alejado de protagonismo”.
Agregó que Mario Lavista y su obra significan una renovación en la esfera cultural del país que abrieron paso a una nueva etapa. “Quizá por eso sentimos que una época terminó el día de hoy. Su obra transmite una gran sensación de cambio, si bien se sabía heredero de una larguísima tradición. Con inquietudes vanguardistas, rápidamente se convirtió en uno de los principales eslabones en la modernización de la cultura en México. Por vocación y amor compartió siempre sus conocimientos. Su obra es testimonio de la fuerza que hay en el constante aprendizaje de nuevos horizontes. Maestro: puede estar seguro que su nombre y su música estarán siempre vivos. Hasta siempre, Mario Lavista”, concluyó la secretaria de Cultura, antes de pedir a las y los asistentes un minuto de aplausos en su honor.
Era puro gozo
Por su parte Claudia Lavista recordó el gran sentido del humor, de quien dijo, tuvo la fortuna de admirar. “Siempre estaré admirada de su inteligencia, de su sensibilidad, de su cariño por todos. Si pudiera definir a mi padre con una palabra lo definiría que era puro gozo”.
Destacó que tuvo la enorme fortuna de escuchar la música de su papá cuando la estaba creando en el piano, “oía las primeras notas que después se convertirían en un cuarteto de cuerdas, en una pieza para flauta o en una obra para Tambuco. Y veía cómo venían los intérpretes a la casa y mi papá les preguntaba cosas sobre el instrumento, se dirigía al piano y cambiaba la partitura”.
Para ella —dijo— fue su gran maestro de la vida, del arte, de la cultura, pero sobre todo de amor. “Su música para mí era como un útero, un cuenco tibetano, y en ese cuenco me he sentido muy cómoda siempre, bailando y moviéndome. Tuve la fortuna de hacer obra con su música, que él la pudiera ver, dirigir, darme consejos y participar conmigo de esta experiencia creativa”.
Por último, ponderó que lo más importante para él era que su música sea interpretada y escuchada, que llegue a muchos lugares, que muchos coreógrafos hagan obras con esas piezas musicales tan bellas, que intérpretes y orquestas en el mundo toquen su música.
“Nos queda a mí, a México y a varios de sus amigos que ya estamos trabajando en eso, ver qué vamos a hacer con su legado y asegurarnos que sea un legado al que todos puedan tener acceso, sobre todo las generaciones jóvenes, porque si algo quería mi papá era volver a dar clases y saber que, a partir de sus enseñanzas, tocaba a los más jóvenes, porque siempre estuvo preocupado por ellos”.
Su obra nos invita a un viaje extraño
A su vez, la compositora Gabriela Ortiz, quien además compartió algunas anécdotas del maestro, sus viajes a Francia y recuerdos con el flautista Alejandro Escuer, afirmó: “Su obra nos invita a un viaje extraño y fascinante en el que pareciera que nos adentramos a las aguas de otro mar, y ahí escuchar sonidos transparentes. Siempre he admirado la delicadeza y la fuerza expresiva de su música, una personalidad única que nos habla de todo a todos”.
Cabe recordar que el autor de la ópera Aura estudió composición con Carlos Chávez y Héctor Quintanar, y análisis musical con Rodolfo Halffter, en el Conservatorio Nacional de Música.
Por la vanguardia, la búsqueda estética alejada de lo tradicional, Lavista se convirtió en una de las figuras más relevantes de la música en México y América Latina durante la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, además creó música para instrumento solo, así como música vocal, de cámara y orquesta.
Programa artístico In memoriam
Tras la llegada del féretro al Palacio de Bellas Artes, el Grupo Tambuco recibió a su maestro y amigo con una percusión breve; posteriormente Alejandro Escuer interpretó Lamento para flauta baja, del maestro Mario Lavista, y dedicó una pieza en honor al también compositor.
Asimismo, se interpretó Bocetos para una rama, con flauta, clarinete, violín, violonchelo y piano, obra de Lavista Camacho.
Mario Lavista fue despedido con música interpretada por integrantes del Ensamble del Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea del INBAL con las obras Andante Cantabile, K.330, piano solo, de Wolfgang Amadeus Mozart; Virelai, Foy porter / Dame, je vueil endurer, de Guillaume de Machaut; Prèlude a l’après-midi d’un faune, para flauta, oboe, clarinete, percusión, harmonium, piano, violines, viola, violonchelo, contrabajo, de Claude Debussy / Sachs-Schoenberg.
Los aplausos también acompañaron al compositor en su última visita al Palacio de Bellas Artes.