Victoria Laphond
Fotografías: Gabriela Benítez
5:20 PM
“El Estado opresor es un macho violador”, “ni una más, ni una asesinada más”, son los gritos de batalla acompañados por el latir de tambores —el pulso de cientos de mujeres congregadas—, así van llegando los contingentes a la avenida Venustiano Carranza, la calle que un instante antes era de color gris por la suciedad y los edificios de concreto, ahora se ha vuelto violeta con verde, también rosa, el rosa del reclamo colectivo por los crímenes impunes. La Plaza del Ángel y calles aledañas ahora son la faena para la voz unísona de cientos de mujeres: Palacio de Gobierno está sitiado.
“¡Vivas, libres y sin miedo!, se lee en uno de los carteles, el epicentro de la protesta se traslada a la puerta norte, sobre la calle Libertad, mientras otro grupo de mujeres se traslada con dirección al Congreso y el Ayuntamiento. Con más potencia el golpe de los tambores se funde con los gritos de enojo envuelto con hartazgo de las cientos que están presentes.
—Yo cada “8M” marcho con una causa, con alguna consigna en específico, este año fue en honor a Alexa. Comenta Daira mientras sujeta su cartulina para pedir justicia por la menor de 13 años.
—Yo conocí este caso en junio del año pasado, me impactó mucho saber de ella, fue desaparecida por el ahora presunto culpable que ya está detenido pero no quiere decir dónde está o qué hizo con ella —me cuenta, mientras estamos en medio de la protesta.
En Chihuahua según registros hay alrededor de 600 mujeres desaparecidas, incluidas niñas como Alexa.
El 6 de junio de 2022, en la madrugada, según los testimonios e información sobre la desaparición de Alexa, Gerardo M., conocido como “El Yayo”, llegó a la casa de la menor y la raptó por la fuerza. Alexa tenía 13 años y Gerardo era mayor de 30. El hombre entró a la vivienda armado y durante una discusión, disparó contra la madre de Alexa, hiriéndola gravemente. Aunque estuvo cerca de morir, los médicos lograron salvarle la vida y permaneció hospitalizada varios días. A pesar de los operativos en las entradas y salidas de la ciudad, no lograron encontrar a Gerardo y Alexa. Se sospecha que abandonaron la capital hacia un municipio en la zona serrana del estado de Chihuahua. “Por ellas, por todas, por las que ya no pueden salir”, se alza en una voz unísona de alrededor ocho mil mujeres que han tomado las calles para marchar este año.
6:00 PM
Están los ánimos en su punto más álgido, los tambores; los gritos elevándose. Un chorro de gas amarillo sale entre los agujeros de la puerta, el ataque va directo a la cara de las mujeres, después sale otro y otro más por las ventanas quebradas. Una nube espesa se cierne entre la multitud, quienes llevan a sus hijas o bebés en carriolas tratan de cubrirlos para no inhalar el humo, una señora protege su rostro con el cártel de su hija desaparecida, otras salen corriendo cubriéndose con los pañuelos violetas y verdes.
“¡Inche gobierno puto, inche gobierno puto!”, gritan las manifestantes conforme se recuperan del ataque por parte de empleados de Gobierno del Estado. Dos mujeres con el rostro cubierto de negro se quiebran en llanto, se abrazan para consolarse. El enojo colectivo se transforma en ira, buscan otras maneras de ingresar al edificio, rompen con más fuerza los marcos y vidrios de las ventanas. Sin embargo, la represalia continúa, los trabajadores atrincherados vuelven a lanzar gas, ahora por la lateral hacía la avenida Venustiano Carranza.
“¡Culeros, culeros, culeros!”, gritan las mujeres sin perder la fuerza, con la voz quebrada no se rinden ante el ataque del Estado.
—¡No se tallen los ojos, sólo sigan parpadeando! —grita una mujer por el megáfono, varios grupos comienzan ayudarse entre sí, se echan aire y agua para sofocar el ardor por el gas.
—Queremos invitar a las mujeres, a las familias víctimas de feminicidio y desaparición que nos compartan sus testimonios, hoy vamos a reclamar junto con ustedes —menciona la mujer detrás del micrófono, así da comienzo la protesta y reclamo por justicia de las colectivas feministas que tomaron la Plaza del Ángel.
—¡No están solas, no están solas, no están solas! —grita la segunda voz en el estrado improvisado con una bocina y un par de micrófonos, animan a la multitud a continuar con la consigna.
—¡Justicia!, ¡justicia!, ¡justicia! —responde el coro de mujeres sentadas en la plaza.
Alrededor de ellas están las mantas, lonas y cartulinas que llevaron a la marcha, formando un gran mural de reclamo social.
Según datos de la Fiscalía Especializada en Atención de Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género y la Familia (FEM) en 2022 se registraron un total de 300 asesinatos contra mujeres, sólo 36 se catalogaron como feminicidios, durante el 2023, 26 mujeres fueron víctimas de feminicidio en Chihuahua. Hasta marzo de 2024 cinco mujeres han sido asesinadas en los municipios de Guachochi, Balleza, Parral y Guadalupe y Calvo, lo que coloca al estado en el quinto estado con más casos
6:40 PM
Desde el balcón de Palacio de Gobierno, sobre la avenida Venustiano Carranza, dos sujetos comienzan a lanzar petardos hacía la multitud —la confrontación es clara—. Las mujeres se dispersan, salen corriendo, hay gritos de miedo, de angustia, pero también de cólera. Desde el ala sur, en la avenida Aldama, las feministas comienzan a gritar: “¡Somos Marisela, somos Marisela!”, alzan el puño derecho en protesta contra los ataques.
Marisela Escobedo se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad y la violencia en México. Después del asesinato de su hija, Rubí, Marisela se dedicó a buscar justicia y a denunciar la corrupción y la negligencia de las autoridades.
A pesar de las amenazas y el acoso, Marisela perseveró en su búsqueda de verdad y justicia.
Su lucha llevó a la captura y condena de Sergio Barraza, el asesino de su hija.
Sin embargo, la lucha de Marisela no terminó ahí. Continuó denunciando la corrupción y la impunidad en el sistema judicial mexicano, lo que la llevó a convertirse en una voz crítica del gobierno y de las autoridades.
De manera trágica, Marisela fue asesinada el 16 de diciembre de 2010, en esa avenida Aldama frente a las puertas cerradas de Palacio de Gobierno, mientras protestaba por la liberación de Sergio Barraza.
“¡Culeros, culeros, culeros!”, “¡Inche gobierno puto, inche gobierno puto!”, “¡Maru no es aliada, es privilegiada!”, cambian la consigna enardecidas ante la provocación, se reorganizan, toman los maderos rotos, juntan papel y pancartas, prenden fuego a los marcos de las ventanas. De un momento a otro el edificio se vuelve una hoguera al ritmo del grito: “¡qué arda, qué arda!”, “¡fuimos todas, fuimos todas!”.
Varios trabajadores salen de su trinchera con extinguidores, son repelidos por la muralla colérica, sin tentarse comienzan a usarlos como armas contra las manifestantes, no pudieron hacer nada contra la lluvia de piedras y palos. Desde adentro, otro grupo de personas lanzan de nuevo gas lacrimógeno contra la multitud, las mujeres corren a la Plaza del Ángel a resguardarse, tosen, escupen el químico; traen los ojos rojos.
Entre las tonalidades del atardecer, el incendio resalta, toma fuerza mientras a lo lejos se escuchan las sirenas policíacas, pasan de las 7:30 PM cuando desde el micrófono las colectivas piden la retirada de los grupos ante la inminente llegada de elementos de seguridad pública.
Alrededor de las 9:00 PM, elementos de los tres niveles de gobierno están desplegados por todo el perímetro del centro histórico de la ciudad, resguardan los edificios por las pintas y quemas, impiden el paso a cualquier persona que intente penetrar el cerco de control. Unas cuadras arriba, sobre la avenida Independencia en el Hotel Cortez, Ximena Silva una mujer de 21 años fue encontrada sin vida en el Hotel Cortez, en el centro de la ciudad de Chihuahua. Se encontraba junto a su madre cuando se desvaneció y falleció.
Según el relato de la madre, previamente habían intentado obtener atención médica en el Hospital Psiquiátrico, pero no la aceptaron porque necesitaban un dictamen médico especial.
Este incidente enfureció a la pareja de la madre de Ximena, quien golpeó y pateó a la joven, que ya tenía una salud frágil por haber sido víctima de trata de blancas.