México- Los inicios del muralismo mexicano no pueden entenderse sin la figura de Roberto Montenegro, artista nacido en Guadalajara, Jalisco, el 19 de febrero de 1881. 

Montenegro y Diego Rivera iniciaron con sus trazos el movimiento muralista y compartieron aulas en San Carlos: al final de cada curso, hay un concurso para ver quién se va pensionado a Europa y lo ganó Roberto Montenegro, no Diego Rivera. 

Durante su estancia en Europa visita algunas de las capitales más famosas de aquel continente, en las que desarrolla un gusto especial por el art nouveau y las líneas ondulantes, elementos centrales de su obra artística.

El pintor también realizó sus primeros murales en aquellas tierras; en 1917 le es encomendado decorar uno de los salones del Círculo Mallorquín –un edificio ubicado en Palma de Mallorca, España–. La obra conocida como Alegoría de las Baleares muestra algunos de los rasgos que Montenegro usará en su regreso a México, en específico su gusto por retratar los tipos populares.

Ese gusto por lo popular es lo que va a llamar la atención de José Vasconcelos para invitarlo a representar los tipos nacionales a partir de figuras alargadas, que mezclan las formas europeas con características cercanas al arte popular. Él, como originario de Jalisco, se interesa por las artesanías de Tonalá, va a estar involucrado también en el fomento para crear esas piezas y lo va a retratar en su producción. El primer mural, El árbol de la vida, está hecho al temple, una técnica tradicional, y ahí conjunta figuras fitomorfas y algunos animales que recuperan las formas de las artesanías.

El Ex-Colegio de San Pedro y San Pablo fue construido en 1572 y actualmente alberga el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble. Es en sus paredes que Montenegro pintó La fiesta de la Santa Cruz que, como su nombre indica, tiene como tema central la festividad que celebran los trabajadores de la construcción entre el 27 de abril y el 4 de mayo.

La elección de la temática no fue fortuita y representa las ideas que bullían en el país tras el periodo revolucionario. 

Entre las figuras y elementos que pueden apreciarse en el mural se encuentran un soldado, un campesino y un obrero en la zona inferior izquierda; junto a ellos es posible observar a una mujer –quien porta el escudo de la Universidad– interactuando con una niña –le entrega un libro–; a ellas les acompañan otras tres mujeres –representantes de las artes–; y en la parte superior se encuentran los retratos de dos historiadores: Artemio del Valle Arizpe y Francisco de Icaza.

A esos componentes de la pieza, está el propio autorretrato de Montenegro, con un overol de mezclilla como obrero; Javier Guerrero, que ayudó en este mural, aparece como campesino vestido de manta; al lado está el albañil dirigente de la construcción y todo está lleno de cimbra, de distintos elementos de madera que simulan una escenografía, dan una sensación espacial a este primer mural.

En La fiesta de la Santa Cruz  (1923-1924) había un retrato de Vasconcelos, lo retrata el artista sosteniendo un estandarte de la Universidad –símbolo/escudo de la Universidad que va a proponer Vasconcelos como rector–. Hoy lo que podemos ver es el retrato de una mujer, ella sostiene el escudo de la Universidad. No sabemos, desafortunadamente, en qué momento se dio el cambio, pero es probable que, haya sido una destrucción contemporánea a la realización de la pintura de los otros paneles en 1930. Para tirar un fresco hay que picar el muro, quitar esa última capa de pintura y volver a pintarla. Es posible que la modificación se deba a razones políticas, como la fallida campaña de Vasconcelos para ser presidente, quizá por las distintas disputas que va a tener con Plutarco Elías Calles. No está claro, pero es una modificación que tiene ese espacio y que trata de borrar a quien encomendó el mural.

Las figuras del primer plano, además de los retratos de los artistas, son alegorías de la cultura occidental, de la educación. Podríamos pensar que el que se vuelva una mujer –en el modernismo se utiliza mucho a la mujer como alegoría de algo más– la convierte en la nación mexicana sosteniendo a la Universidad, es todo en un discurso preautonomía.

EL DATO: Dos obras de gran formato de Roberto Montenegro pueden ser admiradas en la exposición “Tesauro” que se encuentra actualmente el el Museo Casa Redonda de Chihuahua.

Con información de: Rebeca Barquera, doctora en Historia del arte y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras y Gaceta UNAM

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