Carlos Urquidi G. / especial

Un video recorre el mundo virtual, una mujer ucraniana ofrece insistentemente semillas de girasol a los soldados rusos, aparte de enfrentar a los soldados preguntándoles por la invasión a su tierra, la mujer les dice, “tomen estas semillas y pónganlas en sus bolsillos, así al menos crecerán girasoles cuando todos queden aquí tendidos”.

Para una mujer ucraniana radicada en México, “los girasoles para mi significan las manos de mis abuelas, los juegos de infancia, los apacibles campos ucranianos, la inmensidad y profundidad de su paisaje, significan un hogar”. 

Las imágenes de la invasión rusa a Ucrania también ofrece imágenes de soldados con una flor de girasol en sus manos o uniformes.

A pesar de que el girasol es una planta originaria de Centro y Norteamérica, es la flor nacional de Ucrania y al paso de los años, el país se convirtió en uno de los principales productores y exportadores de girasoles y aceite de girasol en todo el mundo.

En tierras ucranianas los girasoles (sunyashniki / суняшники) crecen en grandes cantidades por lo que es común verlos en los caminos, su color simboliza la fuerza y energía del Sol.

La ahora ucraniana/mexicana agrega, “cuando la primera vez viajamos mi familia (la que formó en México) y yo a Ucrania, todavía no nacían mis hijos, a unos 15 minutos de salir del Aeropuerto Internacional de Boryspol (Kyiv), empezaron a verse los girasoles, era un solo telar amarillo que se extendía y se juntaba con el azul del cielo. Inmediatamente, pedí a mi hermano que parara el carro para salir y disfrutar de esa belleza. Fueron las primeras fotos, una tras otra, de nuestra llegada a Ucrania”,

Con amor concluye, “qué te puedo decir, no es puro rollo, está en tu ADN, en tu piel…”

Los girasoles ocupan gran parte del territorio ucraniano y sus habitantes los llevan con orgullo, incluso en medio de la guerra.

Cuenta una leyenda que el zar Pedro I, conocido como Pedro “El Grande”, los encontró al realizar un viaje a Países Bajos, los llevó a Rusia y los plantó en la tierra negra de Europa del Este.

En esa época el acceso a víveres era limitado, por lo que los ucranianos descubrieron el el girasol un elemento favorable a la alimentación.

También se dice que fueron los exploradores norteamericanos quienes llevaron las semillas de la planta de regreso a Europa.

Los ucranianos los hicieron suyos como símbolos de paz, orgullo y cultura, reflejándose en trajes típicos, el arte y como condimento en casi todas sus platillos, actualmente es popular y un tradicional un bocadillo elaborado con semillas de girasol.

La flor grande y vistosa que gira hasta que deja de crecer, es comúnmente amarilla con centro marrón y forma ya parte del arte tradicional vía la técnica de pintura ‘Petrykivka’, dominada por elementos florales, y declarada como Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco.

La pintura Petrykivka se ha convertido en un notable fenómeno artístico de la Cultura ucraniana representando un rasgo característico del arte folklórico decorativo.

También son utilizados en tocados que representan el poder del Sol, muy importante para los pueblos eslavos antes de auge del cristianismo.

La Iglesia Ortodoxa juega un importante papel en la popularización de los girasoles ya que durante la Cuaresma se tenía prohibido usar mantequilla para cocinar.

El aceite de girasol, por otro lado, había llegado hacía relativamente poco, por lo que no había prohibiciones para usarlo y, para el siglo XIX, estas flores eran tan populares que amplios campos se extendían por las zonas de Rusia y Ucrania. Punto, hasta aquí.

Los girasoles de Vincent Van Gogh (1853- 1890)

Van Gogh fue un hombre que sufrió muchísimo. Un hombre ansioso y psicológicamente frágil.

En 1888 viviendo en su casa amarilla de Arles, el clima lo obligó a trabajar dentro, y para él, el color amarillo tenía un simbolismo muy especial, ese color representaba su mundo interior, era para él la vida, la luz, el calor y el color del sol como el mismo lo expresó en una de sus cartas a su hermano, “ahora tenemos un calor magnífico e intenso y no corre nada de viento, es el adecuado para mí. Un sol, una luz que, a falta de un calificativo mejor, sólo puedo definir con amarillo, un pálido amarillo azufre, un amarillo limón pálido. Qué hermoso es el amarillo!” 

Aunque la serie más famosa de girasoles de Van Gogh fue pintada cuando estuvo en Arles, durante su estancia en París ya había realizado otras obras con esta misma flor como temática principal. 

Una colección resplandeciente en oro y en color amarillo de la que hay tres cuadros similares con catorce girasoles en un jarrón, dos con doce girasoles, uno con tres y otro con cinco.

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