Carlos Urquidi G.

Chihuahua, Chih.- “Quiero contarte mi historia porque siempre las cosas personales las mantiene uno en total hermetismo, en aquel tiempo sucedieron cosas muy extrañas, en la época del kínder conocí por primera vez mi sentir, un sentir que no era el mismo de mis compañeritos”…
Eran los años ochenta, Miguel de la Madrid era el presidente de México
México país de dichos y frases repite constantemente, ‘sé diferente a los demás’ pero del dicho al hecho hay un largo trecho y más cuando el ser diferente significa romper las percepciones del ser, de romper con lo establecido, con lo normalizado o inculcado y más fuerte cuando se trata de la construcción de la identidad sexual.
En todos los ámbitos del vivir, las sociedades imponen roles por el hecho de nacer hombre y mujer y no permiten aristas.
“Recuerdo que mi abuelito me encaminaba al kínder, vivía con mis abuelos pues mi mamá se iba a trabajar a Estados Unidos. Esa época para mí fue maravillosa”.
Ella es Kendra Mitchell Vázquez Ruiz y esta es su historia, contada por ella, en sus propias palabras, no es una historia únicamente sobre identidad de género, es una historia de luchas personales para lograr se visibilizada, pero también de cambios más allá del físico, de activismo, de ayudar a los demás en la defensa por el respecto de sus derechos humanos, “ahora que ya estoy más grande cuando me preguntan, sobre si ‘las personas trans nacen o se hacen’ me pongo a pensar y respondo que así nacemos, porque yo desde que descubrí, que tuve este racionamiento, me sentía una mujer, nada de que fuera un niño, por eso puedo asumir que yo nací así”.
“En ese inter una tía me puso un vestido y me sentía identificada, mi mamá siempre deseo una niña, fui la primogénita de cuatro hermanos, me sentía muy amada por todo mundo, mis tíos me regalaban muñecos y yo pensaba que eran muñecas, los cambiaba y peinaba”.
Pero la vida sigue, la época de ir a primaria llegó y con ella el enfrentamiento a una realidad no muy esperanzadora que obliga a la perdida de la inocencia, de la primera infancia, “ahí comenzó lo de ‘mariconcito’, ahora le pusieron palabras muy bonitas como bullying, pero en aquél tiempo no existía nada, ninguna ley, ninguna visibilidad, todas las personas diferentes nos sentíamos totalmente en el limbo, al grado de pensar que yo era la única”.
Vivir la sexualidad o hablar de ella aun en tiempos actuales es tema tabú al grado de que se debate sobre la educación sexual en los libros de texto.
Kendra experimentó ese despertar más por inercia que por deseo o amor, “no sé ni porqué, no sabía ni qué pasaba. Hasta llegué a pensar que había quedado embarazada”.
Sus memorias van y vienen le crean un nudo en la garganta aunque trate de disimularlo, era diferente en ese mundo de iguales reflejado nomas en papel y programas, “recuerdo que las amistades de mi mamá se le acercaban y le decían qué bonita niña, yo traía mi corte de Principito, y les respondía que no era niña, que era niño, así pasó el tiempo, en la primaria viví el acoso, el maltrato verbal y físico, en sexto me golpearon unos compañeros y no recibieron ningún castigo. Me quedé con mis golpes, en espera de justicia. Además ya no recuerdo nada”.

—La secundaria en los años ochenta, la discriminación en aumento

La década de los ochenta es recordada al día de hoy como de liberación y revolución, Michael Jackson, Madonna, Cyndi Lauper, Alaska y el Aquanet reinaban, “en secundaría fue también lo mismo, burlas sobre mi apariencia, sobre mi orientación, ahorita lo digo con palabras rimbombantes, pues así se usa, pero en aquél tiempo no tenía ni pies ni cabeza esto de la jerga LGBT+”.
“A la secundaria entré asustada, aunque ya sabía más o menos lo que me podía pasar, me convertí en una persona muy seria, cohibida además muchas veces me regresaban de la secundaria porque me maquillaba”.
Su alegoría estremece, “como los perritos que te encuentras en la calle y los quieres acariciar y rehúyen, así era yo porque recordaba el maltrato que había sufrido, los golpes”.
Pero, “a diferencia de la primaria me conseguí dos compañeritos quienes si llegaban a decir algo sobre mí, saltaban a fregazos para defenderme, así me sentí más acogida, hasta la fecha nos vemos”.
Aunque años después Lucerito romantizara todo cantando, “secundaria, la bola de locos fundieron los focos del baño otra vez”…

—A mis dieciséis anhelaba tanto un… trabajo

Kendra Mitchell respira hondo, el golpe de realidad la hace cruzarse de brazos en el sillón de su sala, “salí de secundaria, me inscribí al CBTIS y no apliqué, entonces decidí buscar trabajo, viniendo de un seno familiar con mi abuelos tan cariñosos, tan bonito, donde ni se hablaba de sexualidad, a los 16 años me enfrento a una realidad”.
Con una apariencia 50 % femenina en su transición de género, aún no se le visualizaba, familiarmente como mujer, “a mi mamá le decían suegra y me daba mucha pena, ella solo se reía. En mi familia no se hablaba nada sobre mí, de mi orientación, de mi identidad”.
Y cuenta el entorno, su madre soltera se unió con otro hombre, cuando Kendra tenía 10 años, “mi padrastro llegó a nuestras vidas de forma fatal, machista y golpeador, muy trabajador, pero le restaban puntos su conducta”.
Su apariencia en proceso le cerró puertas y caminos para avanzar, “descubrí que la gente es mala, que no tiene consciencia de nada, a mis 16 años al tratar de conseguir un trabajo me topé con un ambiente machista, discriminatorio y no lo conseguí, dejaba solicitudes pero me rechazaban”.
Toma una pausa y agrega, “súmale el miedo a mi padrastro y a la sociedad, entonces me enfrentaba a un mundo diferente, porque yo era diferente”.
Según un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) desde 2015 se ha reconocido la identidad de género de 4.703 personas en México, la mayoría en la Ciudad de México, luego Michoacán, Colima, Nayarit, Tabasco, Hidalgo, Oaxaca, Tlaxcala y Coahuila. En Nuevo León, San Luis Potosí, Chihuahua y Puerto Vallarta hay avances en el tema.
Para la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales Transexuales e Intersex (ILGA), el principal desafío en México radica en la necesidad de un cambio cultural y la que vivió Kendra lo reafirma.
La mujer de figura y palabras imponentes prosigue con su calvario en busca de trabajo a la par con la amistad: Un amigo era subgerente de una farmacia, comencé a trabajar, me gustó y realmente me acogieron bien, sentí que estaba en mi lugar.
En esa adolescencia, también llegó el descubrimiento de que existían personas iguales a ella, “recuerdo que se usaba mucho juntarnos en Catedral, ahí conocí el ambiente gay, estaba maravillaba pero me enfrentaba a una sociedad que no nos quiere, que nos tacha de jotos, que nos golpea, se bajaban tipos de los carros con bates para golpearnos”.
Y más golpes de nuevo, físicos y morales, “yo iba caminando, serían las 9 de la noche se bajaron de un auto y me golpearon, me dejaron tirada en el piso, eran como cuatro personas, y yo no entendía el porqué, no sabía a lo que me estaba enfrentando, no entiendes porque te agreden”.
Una radiografía revela que México es el segundo lugar del mundo con la tasa más alta en transfeminicidios, solo por detrás de Brasil; la esperanza de vida media de la comunidad trans no supera los 35 años y, según el Centro Nacional para la Prevención y el Control de VIH- Sida de la Secretaría de Salud federal, en 2017 había unas 112.000 mujeres trans en el país.
Entendió a lo que se enfrentaba en la calle, “a diferencia de la vida con mis abuelitos que siempre me apoyaron y amaron”.

—El nacimiento de Michelle

La mayoría de edad llegó y con ello la férrea decisión de ser ella, lo que deseaba, anhelaba y en lo que estaba firmemente convencida: tener e imponer su identidad femenina, “ya estoy harta que me griten que soy gay, que me griten joto, ya no quiero ser así, quiero ser mujer, tal vez vestido de mujer sea menos el acoso”. Pensó
Al cumplir los 18 años su interior le exigió no conformarse con menos o simplemente ser, una joven vida que ya había experimentado de todo, desde el rechazo, las agresiones verbales y hasta las físicas: quiero tener mi identidad femenina, hablé con mi mamá, ella ya sabía que era gay, aparte era evidente, lo complicado fue que nadie estaba preparado para el cambio tan radical en mi persona, nadie en mi entorno familiar, de mi colonia o círculo, se había decidido a cambiar.
La respuesta de la madre ayudó y encaminó, “pues vístete de mujer, solo te voy a pedir algo, que te vistas como una mujer decente, no quiero que te vistas como una prostituta, para mí es muy nuevo esto pero te apoyo”.
Y ahí creció el cambio, no solo físico. Nació Michelle bajo lágrimas de amor propio y maternal.
“Comencé con la educación en mi familia, debían tratarme como mujer y llamarme Michelle, se logró, uno tiene que enseñarles estas cosas pues para ellos son totalmente diferentes”.
Una década nueva nacía también pero los noventa no serían un cuento de hadas.

—El rechazo social siempre fue detrás de mí, siempre, siempre, siempre

Al asumirse como lo que es, una mujer, la tristeza de su madre no fue por rechazo sino por el futuro que le deparaba tras la transición, una nueva imagen externa acorde con la mental.
Otra vez a buscar trabajo, los estudios ya se habían truncado y, tristemente la madre, tendría razón.
“Nunca imaginé que me iría tan mal. Sentía que no tenía derechos ni una ley que me respaldara, me sentía vulnerable, no conocía de nada, en la búsqueda fue de cerrarme las puertas una y otra vez, me resigné a no estudiar y a que no me dieran trabajo”.
Ahora las lágrimas de Kendra Mitchell Vázquez Ruiz salen en torrente, la voz se quiebra, se convierte en un susurro, los recuerdos se agolpan, el dolor lacera, ese ayer mata, “sin trabajo, sin estudios, el rechazo social siempre fue detrás de mí, siempre, siempre, siempre”.
Se disculpa por las lágrimas, “perdón, para mí esto es muy doloroso, me trae recuerdos muy crueles de mí vida, hablarlo es volver a vivirlos, sin embargo al ver el rechazo de Chihuahua tuve que irme, a una ciudad, aparentemente menos conservadora, a Ciudad Juárez”.
“Llegué a Ciudad Juárez y lo primero que sufrí fue un asalto, me quitaron todo y comencé a dar shows travestis para poder sobrevivir”.
El primer encuentro con Ciudad Juárez la llevó a tomar otras decisiones que hasta el día de hoy la estremecen, no se disculpa, pero tampoco se siente orgullosa de ello, “al quedarme sin dinero, cuando daba shows llegué a prostituirme, era un mundo diferente a lo que estaba acostumbrada, no conocía la prostitución, antes mi vida nocturna se terminaba a las ocho de la noche”.
Las palabras no fluyen casi, son en voz baja, “estábamos en las esquinas y todas salíamos corriendo, caí muchas veces a los separos, nos trataban como animales, nos encerraban en una patrulla como a ocho o 10 personas, todas amontonadas, nos bajaban, nos hacían que nos laváramos la cara con jabón de polvo y nos echaban agua con una manguera, hasta que gritábamos basta”.
Las vejaciones son indescriptibles, “ya, ya, eran los gritos en una celda donde nos encerraban a todas, en una celda de 2×2 a la que llegaban los policías a mostrarnos sus penes, viví lo que no viví en mi familia, ahora estaba lejos de ellos y tenía que sobrevivir”.
La mujer reflexiona, regresa al presente, “sabes porque me pongo tan triste, porque ahora soy una mujer que ya conoce mis derechos, una mujer que de alguna mujer buscó su empoderamiento, recapitulo mi vida que fue muy dura, la verdad, si hubiera tenido el conocimiento de hoy, otra cosa hubiera sido”.
Resultados recientes de la Encuesta Nacional del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), revelan que las mujeres transexuales son las que viven mayor nivel de desigualdad, son más discriminadas y su calidad de vida es ínfima; en el ambiente laboral no va más allá de desarrollo que ‘la peluquería, la estética, al show travesti, la prostitución y el trabajo sexual’.

—Una luz en el calvario

“Anduve dando lástimas hasta que conocí a personas que me brindaron un techo, me estabilicé un poco, el bullying era menos, todo este estigma que nos persigue toda la vida”.
Llegan unas manos salvadoras, “conocí a una familia que prácticamente me adoptó, me dio trabajo. Vivía con ellos, era una pareja muy joven, limpiaba la casa, cuidaba a su niño recién nacido, luego otros familiares de ellos me contrataron para que limpiara sus departamentos”.
Esa pareja le brindó la mano más allá del trabajo, la apoyó para que se especializara en estilismo, “muchas veces las personas no somos lo que queremos, sino lo que te encuentras en el camino para ti y lo que se acomoda a tu presupuesto”.
“Me querían llevar a vivir a Estados Unidos, pero no, yo tenía mis metas bien definidas y la principal era estudiar y regresar a la casa para decirle a mi mamá que me había superado, que se sintiera orgullosa de mi”.
Al terminar los estudios de estilista Kendra Mitchell regresa a Chihuahua y recibe la noticia del fallecimiento de su hermano más pequeño, con el que se crió, murió joven, asesinado en Estados Unidos en donde se fue a buscar el ‘sueño americano’.
Sobre esa tabla laboral dice, “no hay más herramientas, no hay más para donde voltear, de dónde asirse, me gustaba ser estilista, pero también quería ser otra cosa, no solo ese oficio, mi sueño era una licenciatura, el estilismo solo me daba un área de confort”
“Cortando el cabello y cortando el cabello, así me la pasé ya de nuevo en Chihuahua”.
Por primera vez, en muchos años se sentía contenta, identificada con el mundo pero ‘con todos los sentidos alerta’.

—Adiós César, bienvenidas las alas

Los siguientes años fueron de trabajo hasta llegar a poner su propio negocio, las cosas empezaron a tomar un rumbo mejor, pero en la mente de Kendra Mitchell había una vorágine por cambiar totalmente, sin leyes que convirtieran su identidad personal en identidad legal el sueño podría truncarse de nuevo y para siempre, pues su identidad física y mental no estaba homologada con sus documentos.
En esos años, ya estable por lo menos en lo laboral y económico, sin planear nada, comenzó a asistir a amigos y desconocidos quienes pasaban por lo que ella pasó, personas que fueron rechazadas por su familia, “que no tenían donde quedarse, dónde comer o dormir”.
En el 2010 un accidente automovilístico le arrebata la vida a su madre.
Su casa se convirtió en albergue, al ver la situación su mente explotó para nacer la idea del activismo de la mano de su amigo Salvador Monárrez, ambos, fueron la tabla que faltaba para asirse, el uno para la otra.
Hoy en día, muchos de esos seres humanos rechazados por la sociedad y su familia la llaman: madre.
Una propuesta le llegó, la tomó y aunque duró poco , inicia de lleno el activismo pro Derechos Humanos creando en 2016 el colectivo PRO TRANS Chihuahua, “quiero seguir ayudando, pero de una manera más amplia”.
Ese mismo año viaja a la Ciudad de México para hacer legal su cambio de identidad, “nunca hubiera imaginado que pudiera lograr ese cambio, que me sumaran a la sociedad”.
Su labor de visibilizar a la población trans la lleva a viajar a varios estados de la república, participando en mesas de debate, conversatorios, inclusive con las muxes de Oaxaca, “conocí un mundo tan diferente, me di cuenta que en Chihuahua faltaba mucho por hacer, que estábamos en pañales, así crecieron mis ansias de aprender más, aparte tampoco tenía pretextos para no salir adelante, regreso con otra mentalidad de superación, con otra perspectiva de vida”.

—Ya no hay pasado, no hay vuelta atrás

“La primera vez que me senté en un salón de clases y pasaban lista, al oír mi nombre me sentí súper importante, me sentí realizada al ver las caras de mis compañeros y compañeras al oír que me llamaban Kendra Mitchell Vázquez y decir presente, fue mi triunfo ante la sociedad, yo era mujer desde los 16 años y ahora lo era legalmente”.
Su cara se ilumina al decir que, “a todo mundo le contaba que estaba en la preparatoria, para todo lo que viví era muy significativo, un logro enorme, aunque solo fuera la prepa”.
En la graduación fue elegida para dirigir unas palabras en público.
Una ávida investigadora autodidacta para conocer toda la terminología, la parafernalia alrededor del activismo LGBT+, para entenderla y transmitirla, “ahora tenía más responsabilidad, esos términos eran mi vida, me representaban”.
Se lanza a impartir talleres, acepta invitaciones para hablar sobre perspectiva de género, viaja a Iguala, Ciudad de México, Guadalajara, donde ya saben de ella y la escuchan
En 2019 ya graduada, un velo de tragedia empaña nuevamente todo: otro de sus hermanos es secuestrado y lo asesinan, ya solo era ella y el hermano menor, con quien lleva una perfecta relación.
Nada la detiene, las opciones se reducen optando por inscribirse en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, ENAH. Toma el curso de tres meses pero no fue seleccionada, “lloré, caminé con la cabeza baja, fueron meses duros, me preparé mucho, exigí la revisión de mi examen y me dijeron que no fui seleccionada, preferí pensar que no era mi momento”.
Tras ello hay una pausa en su educación, en la búsqueda de esa licenciatura y, llegó la pandemia, los recursos económicos mermaron, la opción de una escuela en línea no era opción, debía ser presencial, ser ella la visibilizada. Pasó un año.
Finalmente, “este 2021 me inscribo en la universidad, tengo dos trabajos para costearme los estudios, ya estoy en la Licenciatura en Derecho en la URN, de paga, pero estoy en el lugar correcto, estoy preparada para cuando lleguen las clases presenciales, comerme el mundo y estar donde quiero estar”.
Las ansias de estudiar Derecho nacen para seguir con la defensa de la comunidad trans en particular, “a todas ellas que no conocen sus derechos, como me pasó a mí, y también que no tienen para pagar un abogado, yo seré la abogada de mi organización para evitar que caigan en lo que yo caí y eso sí, sin juzgarlas, ahora hay todas las herramientas, ese es el objetivo de vida, de mi nueva vida”.

¿Dejará Kendra Mitchell Vázquez Ruiz de luchar?..
Su respuesta es contundente: Nunca. Ya empoderada, no me detiene nada ni nadie. Punto, hasta aquí.

Un comentario en «Mi nombre es Kendra Mitchell y esta es mi historia…»
  1. No te conozco en persona pero te admiro por ser valiente y me da gusto que luches por conseguir las cosas las personas que te critican lo hacen por qué su vida es patética y siempre buscan opacar a la gente que tenga Brillo no dejes que nadien apague tú brillo tú Vales mucho cuenta conmigo con una amiga sincera

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